En los años 1968 y 1969, se organizaron en Caracas una serie de conciertos, llamados "Experiencias Psicotomiméticas". Con la participación de grandes bandas de la época como Love Depression, Memphis, Nasty Pillows, Los Snobs, Los Boneville (otro carro) y hasta Trino Mora y Carlos Moreán, producidos por Jesus Ignacio Pérez Perazzo, a la sazón director de la orquesta Venezuela Pop. Amenizados estos conciertos por el Cappy Doncella (¿recuerdan Hippie, Happy, Cappy?), se llevó el rock "venezolano" a teatros, conchas acústicas y hasta se grabaron dos discos LP.
Pues, gracias a la amistad (o parentesco?) de Pancho con Jesús Ignacio, se pudieron meter los Blusters en la segunda de las "Experiencias". Así nos montamos en tarima. Mucha emoción y miedo por la presentación, la cual iba a ser transmitida en vivo por radio. Con solo pensar en montarnos en una gran tarima con aquellos grupos, nos daba "un friíto", para no llamarlo de otra manera... Desgraciadamente el Walde se enfermó aquél día (¿sería del miedo?) y cayó en cama con fiebre y sin voz...! Ya no había vuelta atrás. Pancho cantaría sus canciones, aunque en un concierto como ese, no cabían las baladas y Pancho era "el Engelbert" del grupo. No sé si Charly cantó Crossroads, pero a mí me tocó cantar, por primera vez, Born to be Wild, que debe haber sido un desastre, porque ni la letra sabía bien (creo que el Walde tampoco!...) Get your motor runnin'...Head out on the highway...Looking for adventure...In whatever comes our way...
Por supuesto, en ninguno de los LP´s de las Experiencias Psicotomiméticas fuimos incluidos. Solo nos quedó el recuerdo de aquél susto y algunas fotos magistralmente tomadas por la Nikon de Alejandro Almaral (Alex), las cuales lamentablemente se perdieron en el tiempo.
Ya para ese entonces, practicábamos en la casa de Pancho en Altamira, con la permanente presencia del Oso y Eduardo y "refrescados" con bebidas "espirituosas". Nos tomamos así toda la "bodega" de la casa. Agarríamos después también la fiebre de jugar Black Jack. Serían los inicios de una afición lúdica y enológica, que nos acompañaría hasta el presente siglo.
Del tiro me compré un grabador de cintas Sony "reel to reel", de 3 cabezales (¿sería en Maracaibo Import?). ¡Una belleza! Pancho tenía uno igual y nos podíamos prestar las cintas con grabaciones espectaculares de todo tipo de música. Único problema era que para oír una canción, muchas veces había que adelantar toda la cinta a gran velocidad o darles vuelta a los carretes. Los chamos siglo XXI no se pueden imaginar lo "divertido" de aquello, pero hay que recordar que apenas se iniciaba el cassette y no existía el CD. El sonido, de todos modos era, sencillamente perfecto!!
De cualquier modo, 1969 ya era el declive de los Blusters. Los estudios de medicina, tanto de Pancho como míos, incluidas ya las guardias, dejaban poco tiempo para ensayar. Más bien, en aquel entonces preferíamos utilizar ese tiempo en otras cosas, que a esa edad parecían más placenteras y ciertamente más recompensantes, por ejemplo las novias... (20 años después nos daríamos cuenta que fue un error). Aprendimos con los años, que lo que dice el Eclesiastés, hay tiempo para todo, es absolutamente verdad y no son para nada incompatibles el trabajo, la familia y la música. En todo caso, después de las malas experiencias del Teatro Alberto de Paz y Mateos, la cual provocó la salida de Francisco (el guitarrista) del grupo y la de la concha acústica, creo que habíamos ya perdido algo de aquel "feeling"...
Eran tiempos de fiestas psicodélicas, con luces negras y adornos fosforescentes. Año de la llegada del hombre a la luna. Año de Woodstock. Todo el mundo amaba a los hippies. Un grupo de "amigos" ya conocía la "yerba" y en las fiestas de la "alta sociedad" (mi papá siempre dijo que aquella sociedad no tenía nada de alta...!), el consumo de "esas cosas", era de rutina (las comillas deben ser interpretadas literalmente). Era muy divertido tocar en esas fiestas, que de paso, casi siempre terminaban mal, sobre todo con la esposa del dueño de la casa en la cama con un respetable invitado. Nosotros, lejos de eso, como jovencitos que éramos, simplemente veíamos aquello como una excentricidad.
Para ese año 1969 aparecerían dos variables adicionales en mi vida. La primera fue el haberme iniciado en la espeleología, por influencia y mediación de mi compañero de estudios y amigo Wilmer Pérez La Riva, quien me introdujo en la Sociedad Venezolana de Espeleología. La otra, en julio de 1969, fue haber iniciado un noviazgo con mi compañera de estudios, quien años después sería madre de mis hijos, Irantzu. Estaban en su vientre, sin saberlo, las semillas durmientes que darían forma, algunos años después, a mis cuatro amores, Hugo Enrique, Mirentxu, Xavier y David. A pesar de que todavía había tiempo para la música, ya los
Blusters morirían. Creo que Irantzu nunca nos oyó tocar.
Ese
verano se me pasó en viajes a Macuto con mi VW y excursiones a la Cueva
del Guácharo, la Alfredo Jahn y a las cuevas de Paraguaná (Los Taques). Me compré una cámara
reflex Minolta para mejorar mi afición por la fotografía. Probablemente una de las últimas compras con el dinero ganado como músico. Recuerdo que
junto a Pancho y Alex, ambos con bastante más poder
adquisitivo que yo, lo cual demostraban con sus cámaras Canon y Nikon
respectivamente, hacíamos competencias para ver a quién le quedaban mejor las
fotos. Empecé a llenar carruseles y carruseles
de diapositivas. Puestas de sol, flores y hasta insectos eran objetivo de nuestras capturas. No se quedaron atrás los closeups de la novia.
Particularmente
la Cueva del Guácharo me impactó de una manera tal, que años después, ya con
los hijos, me encargué de llevarlos tantas veces, que después me decían: -vacaciones sí, pero por favor papá, ¡no a la cueva del Guácharo!-
1969 pasó con cada vez menos tiempo para tocar en fiestas. Las novias eran más entretenidas que los ensayos, además de que los estudios de medicina tanto míos como los de Pancho, empezando por las guardias, hacían que cada vez fuera más difícil reunirnos a practicar. Las curvas de la guitarra eran sustituídas paulatina, pero inexorablemente por otro tipo de curvas, "más anatómicas" y las cuerdas del bajo, por mecates para las excursiones en cuevas.
Pancho, ya de novio con María Antonieta y estudiando un año más adelantado que yo, fue el primero en salir de los Bluster´s. Intentamos sustituirlo con otros bateristas. Unos perdían velocidad, otros más bien se aceleraban y lo peor... ninguno cantaba...! Además para que se aprendieran los temas era otro trabajito. Total que un buen día decidimos dejar el asunto así y a otro perro con ese hueso.
Pasarían 20 años para volvernos a reunir. Esta vez con adquisiciones importantes, léase la bella e inimitable Margaret Marshall como cantante (Dios te guarde Margarita) y dos de nuestros críos (Francisco "Coco", hijo del Pancho, como "lead vocal" y Xavier, mi chamo, como "lead guitar". Con nuevos bríos, en esta segunda y renovada edición, los Bluster´s tocarían ininterrumpidamente durante ¡22 años!!. Born to be wild sonaba ahora espectacular en la voz de Coco y con Xavier en la primera guitarra. Hasta Anniet cantó con nosotros! Otra historia, pero de la "Segunda Adolescencia" (¿o tercera?), que más adelante contaré.
Pasarían 20 años para volvernos a reunir. Esta vez con adquisiciones importantes, léase la bella e inimitable Margaret Marshall como cantante (Dios te guarde Margarita) y dos de nuestros críos (Francisco "Coco", hijo del Pancho, como "lead vocal" y Xavier, mi chamo, como "lead guitar". Con nuevos bríos, en esta segunda y renovada edición, los Bluster´s tocarían ininterrumpidamente durante ¡22 años!!. Born to be wild sonaba ahora espectacular en la voz de Coco y con Xavier en la primera guitarra. Hasta Anniet cantó con nosotros! Otra historia, pero de la "Segunda Adolescencia" (¿o tercera?), que más adelante contaré.
Claro, algo de Yoko Ono tenían que tener aquellas novias, porque al igual que los Beatles, poco tiempo les quedaría a los gloriosos Bluster´s.
Así llegarían los setenta.
-Próxima entrega- La despedida.
-Próxima entrega- La despedida.