Bienvenidos

Hola!, si estás aquí es porque has sido invitado o tienes algo en común con nosotros, bien sea el mismo apellido, o gustos similares, principalmente el de viajar. Cualquiera que sea el motivo, te damos la bienvenida a nuestro blog y esperamos que lo disfrutes y que la información que aquí obtengas te sea útil y agradable.

viernes, 15 de marzo de 2013

Los cincuenta. Inocencia interrumpida.


AÑOS CINCUENTA

Años de inocencia. El mundo se circunscribía al entorno familiar y escolar, circunstancias tan necesarias para la formación del carácter y la personalidad, aunque la genética hizo su trabajo conmigo en relación a lo primero. Heredé el carácter de mi padre (lo digo por si no se habían dado cuenta...Jejeje!). El gentío creciendo en la casa hizo el resto. Cuando Dios dijo "creced y multiplicaos", mi papá lo tomo bien en serio... Mi mamá, después de la sexta, le lloró al obstetra -doctor, dígale a Hugo que no puedo seguir teniendo más muchachos- Creo que finalmente le hizo caso. 



No recuerdo nada de Los Caobos, pero me cuentan que vivíamos en la Avenida Buenos Aires, al lado de Quinta Zoilita. Mi tía Morella vivía con nosotros y ya era parte de la familia Losada también. Desde entonces mi relación con ella ha sido de segunda madre (ahora de primera, después de la partida de Mamana). Nacimos Anabel y yo "en Los Caobos", más bien, en la Clínica Razetti, pero viviendo en aquella casa. 




Yo, por supuesto fui bautizado "Nené" por Anabel, nombre que después de los 7 años me encargué yo mismo de cambiar...!!



Mis recuerdos más antiguos se remontan a Maripérez. La quinta se llamaba (o se llama aún) "Anabel". Asentó mi papá en su diario el 1° de Junio de 1949: "Compramos una casa en Maripérez y la ocupamos el mismo día"... Como dirían las hermanas: ¡O sea!!...  
¿Porqué le colocarían Quinta Anabel?. ¿Porqué no le pusieron "Quinta Hugo"? Sería hoy lugar de culto nacional!! ¡A lo mejor hasta con un museo incluído!  Allí nacieron Zoilita y Carlos Benito. No recuerdo el interior de la casa pero, si los alrededores. La señora Molina vivía enfrente y a Anabel le encantaba ir a esa casa. Zoilita también pasaba el día con Carmen Molina, tanto que decía que se llamaba "itasaaina" (Zoilita Losada Molina...!). La tía Morella, quien ya no vivía con nosotros, nos visitaba y yo se lo anunciaba hasta al camión del aseo... ¡Ateo, ateo! ¡Llegó la tía Morella! 
Teníamos un perrito que se llamaba Coqui. Murió arrollado por un carro. No sé si lloré… no recuerdo…Veo a mi mamá llorando por él...
Quedaba una bodega al lado y en una ventana del 2° piso, sobre la bodega, se asomaba una vieja de pelo blanco, que le gritaba a todo el que pasaba. Eso me asustaba. Raulito era vecino y solíamos jugar con carritos en su casa, por cierto algo obscura. Años después me lo encontraría de nuevo en la escuela de Medicina. Cosas de la vida. Vagos recuerdos que se confunden con lo irreal. 


En Maripérez aprendí a manejar bicicleta, aunque no tan bien, porque fueron mis primeros accidentes, de los cuales todavía conservo "recuerdos", marcados en la cara... un "cacho" en la frente lo certifica. No entiendo como choqué de frente contra un reja. El chichón fue de película de terror. Lamentablemente al ser llevado al "Puesto de Socorro", de un empujón al salir, le provoqué a Zoilita una herida en el labio, que también le dejó un recuerdo de por vida. Lo siento mucho hermana ... 

Anabel y yo asistíamos a clases de piano con la profesora Ponticelli, actividad la cual, a pesar de que íbamos "casi obligados", también marcó mi vida en relación al amor por la música. Una afición que me ha acompañado toda la vida.


Estudié preescolar en el Colegio La Consolación, me imagino que porque Anabel ya estaba allí y por comodidad para "el transporte Anaté", quien por cierto, nos llevó a cada uno al colegio, prácticamente hasta graduarnos de bachilleres... 
La Consolación debe haber impreso en mi Sistema Límbico una marca "mística". Por alguna razón y por extraño que parezca, cuando oigo los coros femeninos de un CD en particular, comprado en un spa, con música de relajación, al cerrar los ojos me transporto a los pasillos de ese colegio. Puedo ver a las monjas, en lenta procesión, entrando a la capilla del colegio... ¡que recuerdos!

En 1955 entraría ya al primer grado, en el Santiago de León, que para ese entonces estaba en La Florida, en la casona que ahora ocupa la Capilla Imperial de la Funeraria Vallés. Conocí allí a quien después sería mi mejor amigo durante la adolescencia: Hector Manuel. Un año después seríamos hasta vecinos y por supuesto, compañeros de estudio hasta la graduación.



Vivíamos aún en Maripérez cuando inauguraron el teleférico. Muy pronto mi padre nos subió y la experiencia fue inolvidable. La estación del Avila, con su pista de hielo, el teleférico hasta el Hotel Humbolt, con sus "cebollitas" y el majestuoso edificio del hotel, todo aderezado con un frío invernal, te hacían sentir en un país de los de primer mundo. Era el verdadero "orgullo de ser venezolano". 

Santa Cecilia. Hogar amado.

Nos mudamos a Santa Cecilia a principios de noviembre de 1956, con la urbanización en construcción y pocas casas habitadas en la cuadra. El cemento, tablones de madera, el yeso y la arena eran nuestros materiales de juego preferidos. La llegada a la nueva casa coincidió con el nacimiento de Mariteche, así que llegamos sin mi mamá, que estaba en el Centro Médico y que junto con la bebé, llegaría 2 días después.  Le pusieron a la quinta el nombre "Anaté", por aquello de la manía familiar de combinar o apocopar nombres. Bella fachada de piedra, un gran porche, dos plantas y un montón de cuartos. La inmensa sala de la casa nos dio gran recibimiento, augurando fiestas, bailes, tertulias y hasta conciertos, que se repetirían con tanta frecuencia. Mi cuarto propio, ¡para mí solito!  ¡Ay de quién entrara a mi refugio! Tener mi ambiente privado me llenaba de alegría y me hacía sentir ya como hermano mayor, aunque, no acostumbrado a la soledad nocturna, no fueron pocas las noches, cuando movido por el miedo a fantasmas, bajaba al cuarto de papá y mamá a meterme en su cama... para inmediatamente ser regresado a mi cuarto…! Ajá! ¡Quien te manda a estar viendo películas de Boris Karloff! 

La casa era y sigue siendo bella, con su gran terraza, en donde podíamos hasta jugar beisbol! Cuando Armando, Ché y Kiko llegaban de Maturín, era actividad obligatoria, claro que con consecuencias muy inconvenientes, desgraciadamente frecuentes, como podía ser una pelota en el techo, con la inevitable rotura de unas cuantas tejas al tratar de recobrarla. Lógicamente una “cueriza” nos esperaría al llegar mi papá del trabajo y no podíamos esperar otra cosa, porque ¡mi mamá nunca fue “escaparate de nadie”…!


Teníamos a los primos Wolf en la calle 3 y recuerdo alguna vez haber montado la bicicleta de carrera de Waldito, roja por cierto (¿ya tenía inclinación por el color?). Rafa jugaba más con Carlos B y Cristi, de acuerdo a recientes cálculos e investigaciones... ¿como que no había nacido? ...   


Llegaron los primeros amigos, que no por casualidad he mantenido toda la vida. Los primeros, Víctor y Carlos, quienes vivían en la calle Oriente, hijos de un publicista y locutor español. Don Adolfo Redondo hasta un programa de televisión tenía. Víctor con sus permanentes bromas y chistes, siempre optimista hasta su prematura muerte, lamentablemente sucedida pocos años atrás. ¡Te extrañamos amigo!. Carlos con su ingenuidad infantil, la cual parece conservar a pesar del paso de los años. Cabalgando junto a Don Quijote, sigue enfrentando dragones y guerreros medievales, ahora por cierto, vestidos de rojo rojito… ¡mi querido compadre!

Después llegarían otros amigos, ya entrados los años sesenta. Renato, quien más adelante sería un colega médico, siempre “sobrado”, le encantaba lucir “su jama” y no huía a ninguna pelea. Camorrero en su adolescencia, pero un justiciero a carta cabal. Defendía a sus amigos a todo riesgo. Finalmente el más joven, Waldemar, quién pareció haber nacido para cura jesuita. Organizado y espiritual, gran consejero, dispuesto siempre a ayudar. Muy maduro desde joven, siempre el oráculo a quien consultar, aún hasta hoy día. Si hubiese sido cura, pudimos haber celebrado el primer Papa venezolano, Waldemar I...Jejeje!

Carlos siempre recuerda que al conocernos, por cierto jugando en las casas en construcción, yo llevaba puestas unas botas de vaquero y que al meterlas en un hueco, quedaron llenas de cal. Recuerdo la laguna de los sapos en Campo Claro y los alrededores de la quebrada Agua de Maíz, todo como nuestro particular Mundo de Aventuras.

La rutina repetida día a día, mes a mes y año a año, de las clases del Santiago, llegar a casa a hacer las tareas y estudiar piano, todo esto apuradito para salir a jugar con los amigos, hicieron que esos años se fueran lamentablemente rápido.


Algunos recuerdos aislados, vienen de revisar fotos antiguas. Gracias a Dios, mi papá era gran aficionado a la fotografía y con su cámara se encargó de dejar para la posteridad imágenes que atestiguan lo bien que la pasábamos. Zoilita recientemente se ha dedicado a digitalizar gran cantidad de esas fotos. ¡Gracias hermana!.
Un paseo recurrente era a las playas, especialmente a Los Caracas, ahora lugar tan abandonado. Allí podíamos bañarnos en una gran piscina con agua de mar. La foto mantiene un recuerdo de nuestra prima Blanca Caraballo, trágicamente fallecida junto con gran parte de su familia, en un accidente de aviación pocos años después.



Muy cerca de Santa Cecilia, en Los Palos Grandes, teníamos un parque de atracciones, el Coney Island, a donde mi papá también nos llevaba con alguna frecuencia. Allí pudimos aprender a manejar carritos chocones y hasta cohetes...!



Los carnavales en los cincuenta representaban un alto a la tranquilidad y seguridad en que vivíamos, con bellas carrozas y el lanzamiento de caramelos y papelillos. Los casi salvajes juegos con agua en la urbanización son algo irrepetible. 

Otro evento importante era La Semana de la Patria, cuando mi papá nos llevaba al ministerio para observar el desfile en la Avenida Urdaneta, con bandas marciales de todos los colegios, donde La Salle, el San Ignacio sobresalían. Recuerdo el paso de los alumnos del Santiago, pensando que algún día me tocaría desfilar con ellos. También esperábamos la representación del Colegio La Consolación, donde estudiaban las niñas. Todo esto desapareció en aquel imborrable 1958. Pienso en ese año porque, viviendo en Santa Cecilia, ocurrió la caída de Pérez Jimenez. Viniendo de una familia casi completamente adeca, tenía algo de información sobre persecución política. Había oído hablar de la Seguridad Nacional y de los temores de mis abuelos por mi tío Benito, para esos momentos en el exilio, perseguido por la dictadura. Mi papá en cambio, parecía añorar los tiempos del General Gómez y hasta alababa la obra de Pérez Jimenez, postura la cual por cierto ahora apoyamos. Su principio en la política era un radicalismo antiadeco. Hasta su muerte nunca apoyó aquel lema de que “con los adecos se vive mejor”. Un pequeño error porque creo que si se vivía mejor con los adecos...

Me recuerda Waldemar un episodio sucedido años después, cuando alguien le preguntó a mi papá si el era adeco igual que Tío Benito y enfurecido le respondió que el hecho de que Benito Raúl fuera adeco, no lo obligaba a ser igual. De cualquier modo, el parecido con Rómulo no se lo quitaba nadie...


El 7 de diciembre de 1957 hice la primera comunión. Fue en la Iglesia de San José del Avila. Creo que nos dió la comunión el Padre Hernández, si mal no recuerdo. Después mi mamá me hizo un desayuno en Santa Cecilia, a donde fueron invitados Rafael Emilio "el gordo" Márquez (QEPD), Xavier Márquez y otros cuyos nombres no puedo recordar. ¿porqué los recuerdo a ellos dos?. Simple. Rafael Emilio me regaló una caja de soldaditos de la guerra de independencia de los EEUU, con soldados rojos y azules. Los rojo-rojitos eran los ingleses (¡imperio mesmo!). Traía cañones con pequeños resortes adentro que permitían disparar balas al ejército contrario. Todo un lujo de modernidad y de entretenimiento ilimitado. Xavier me regaló otra caja de soldados, pero estos eran norteamericanos de la II Guerra Mundial, también con cañones y demás. Pasamos todo la tarde jugando en la terraza! Nuestro Wee de los 50s.



Pocos días después vino lo que se llamó el plebiscito y Pérez Jimenez "ganó" (será que Tibi ya estaba en el CNE?). Eran dos tarjetas, una roja y una azul y ya en esa época obligaban a los empleados públicos a llevar la tarjeta no utilizada. La gente decía que la azul era "se queda" y la roja "no se va". Pero esa gente no es como la de ahora y a los pocos días saldrían a la calle, pero no con pitos y cantos. Estarían por venir acontecimientos que marcarían el fin fe la inocencia... Inocencia interrumpida por cambios políticos. Jugando a la guerra en la terraza, pronto veríamos la guerra en vivo.

A pesar de no haber ocurrido en verano, aquellos sucesos dejaron una huella imborrable y creo que marcaron el fin de la niñez y principio de la adolescencia. El 1° de enero quedé encantado con los aviones Sabre y Camberra volando sobre la casa. Como el niño del "Imperio del Sol" los veía pasar saludándolos. ¡Hay toque de queda! ¡No salgan de la casa! En la noche apagaban las luces para que los aviones no supieran donde estaba el aeropuerto La Carlota. Se veían reflectores buscando en el cielo nocturno. Por la cercanía de Santa Cecilia con la base aérea, creo que alguna noche tuvimos que refugiarnos en Las Mercedes.
Pasaron los días y llegó el fin. Recuerdo que la “Vaca Sagrada” despegó de La Carlota. Oí decir que Marcos Pérez se había llevado una maleta con 8 millones de dólares. Una barbaridad en ese entonces, pero por cierto, bastante menos de lo que, en años más recientes, se han robado y regalado en proselitismo y clientelismo. Perez Jimenez era un niño de pecho. 
Recuerdo los tanques en las calles, con civiles encima. Gente enarbolando banderas,  con una euforia desbordada. Hoy no sé si son recuerdos reales o fantasías de niño. La inocencia parece haberse perdido con aquellos acontecimientos. No solo la individual, sino lo que es peor, la colectiva. Vendría el despertar... 


Para ese momento, no contaba los veranos. Cualquier feriado era ocasión para paseos, reuniones familiares y hasta fiestas. Los veranos vendrían al llegar los años sesenta y con ellos una etapa inolvidable de la vida, ¡la adolescencia!

-Próxima entrega: Los sesenta. Pasión de adolescentes.


6 comentarios:

Anónimo dijo...

por favor necesito la fecha de fallecimiento de FELIX ANGEL LOSADA AZOCAR.. trabajo en una escuela tecnica, que lleva en su honor su nombre, pero no he podido dar con esa fecha... muchas gracias

biglosada@gmail.com dijo...

Felix Angel Losada nació en Aragua de Maturín el 6 de enero de 1898 y falleció en Cumaná el 11 de junio de 1970. Hermano de mi abuelo Don Benito Losada Azócar.

Walter dijo...

Excelente entrega la de los cincuenta. Qué bueno que faltan varias décadas que disfrutar leyendo.

Ainhoa, Mirentxu y Alonso dijo...

Excelente Papá! esperamos pronto la próxima entrega! besos

manipadron dijo...

LA ULTIMA ENTREVISTA FUE , UN MES ANTES , POR EL PERIÓDICO,"PROVINCIA , LA VOZ DE SUCRE" ,EL DÍA 12 DE ABRIL DE 1970 , EL CUAL HABLA DE SU CARRERA DE 50 AÑOS, TODO LO QUE HIZO Y CONTIENE MUCHAS FOTOS , ÉL ERA EL HERMANO DE MI ABUELA.

manipadron dijo...

La ultima entrevista a Felix Angel Losada Azocar , fue el 12 de junio de 1970 ,por el periódico "PROVINCIA LA VOZ DE SUCRE ", donde hablan de su carrera de 50 años y contiene muchas fotos, de él ,él fue hermano de mi abuela,