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domingo, 24 de marzo de 2013

Veranos de juventud. Descubriendo los encantos del Imperio.


Verano de 1965

Ese verano llegó con la alegría más grande para ese momento vivida. Mi primer viaje al exterior llegó en agosto, en compañía de César Tinoco, William Abramovits y Manuel Delgado. Un intercambio que a la larga me resultaría grandioso. Tomamos un "jet clipper" de Pan American, vía New York. Al llegar a Boston ya nos esperaban nuestros padres adoptivos. Como cosa extraña no me gustaron mucho los míos, porque eran muy viejos, o al menos eso me parecían. Recuerdo un par de noches en una casona lúgubre de Boston, donde me imagino se filmaría después la serie de TV de Barnabás Collins. Conocí la soledad, la cual me sirvió para aprovechar de leer, que era lo único que se podía hacer en aquella casa. No iba a aprender mucho inglés allí, porque los "viejitos" ni hablaban. Debo haber pasado solo un par de largas noches en esa casona, porque no conservo nada en mi memoria, salvo la lectura de un libro con cuentos de Edgard Allan Poe. 

Después le tocó el turno a una familia comunista, con afiches de Fidel y Che Guevara en los cuartos. Tenían un hijo de mi edad, pero también de esa inclinación. Salía en su bicicleta en la mañana y no regresaba hasta la noche... me imagino que reoartiendo panfletos con la hoz y el martillo..Jeje! Yo siempre me consideré un pitiyanqui, lo cual no podía ni quería ocultar. Hasta el sol de hoy prefiero un concierto de Alicia Keys (de paso una divinidad!) en el AA Arena, que de Gualberto Ibarreto en el Poliedro (¿Quién no??).  Hay que recordar que era la época de la guerra fría y posterior a la crisis de los misiles, así que corría el riesgo de ser capturado y deportado, lo cual hubiese cambiado mi vida radicalmente... (No hubiese podido ir a ver a Alicia ayer!!). Con los comunistas pasé también un par de noches. Recuerdo un sofá donde me sentaba a leer mis libros del Círculo de Lectores y hasta el calor de una frazada eléctrica, sobre mi cuerpo, que me asfixiaba.

Finalmente llegué a la casa de la familia Bond, en 6 Demar Road, Lexington, Massachusetts (me aprendí la dirección de tanto escribir cartas los siguientes 2 años). Allí ya estaba Manuel. Cierro los ojos y veo la casa, rodeada de pinos,  su puerta de tela metálica y todo su interior de madera (eso me llega abriendo los ojos y viendo las fotos).  Me llega el olor de la habitación. Veo al viejo Robert, llevándonos al cuarto el jugo de naranja recién exprimido. Lo hacía todas las mañanas. Jugábamos ping pong en el patio y todavía río cuando recuerdo el récord que establecí y que probablemente se mantiene en la familia, 32 juegos perdidos de forma consecutiva. ¿Recuerdas Manuel?, ¡cuando gané el primero me hicieron una fiesta…! 

Nuestra visita fue todo un acontecimiento en Lexington. Hasta salimos en el periódico local, como visitantes ilustres. Manuel me envió el recorte de periódico, hace pocos días. La casa se llenaba de gente que quería conocernos, sobre todo de muchachas. 


En el día íbamos a la piscina, jugábamos beisbol, ping pong y montábamos bicicleta. En las noches venían las chicas, oíamos música y  bailábamos. Que diferente bailar con aquellas muchachas que bailaban, como decía Waldemar, ¡pegao vale!. You´ve lost that loving feeling, Downtown, I Got You Babe, baladas de moda que sonaban una y otra vez. Era la época de los discos de 45 rpm y compré todos los primeros del billboard por supuesto. Ya nos encargaríamos Los Bluster´s de ponerlas de moda en las fiestas de Caracas. Además ninguna de las chicas hablaba español, así que... a practicar el inglés...o mon amour!. Importante en el léxico eran las palabras love, honey, sweetie y todo lo que representara un piropo ante tantas niñas bellas... No podía faltar el "you know" al final de cada oración (¿sabes???)






Los Bond tenían 6 hijos, Eddy, Andrea, Robbin, Patty, Cindy y Christopher. 
Eddy tenía una guitarra eléctrica Fender y tocábamos buenos ratos. Para variar... Beatles! ¡Hey, way a minute Mr. Postman! ¡Mr. Postman wait and see!... 

Andrea, con aquellos ojos azules, claros como ese cielo que se asoma entre las nubes, de tez blanca como la porcelana y con aquellos cabellos negros como el azabache me "llamó la atención, por así decirlo.. O sea!. Qué hermosa mujer a sus 16 años. Un mes en su casa, viéndola a diario, me hizo enamorarme de ella, aunque por los momentos, por respeto a Mr. y Mrs. Bond y a los hermanos (o miedo?), quedó como un amor platónico. Francis me va a decir: ¡Ojalá la vieras ahora, seguro que es una vieja fea y arrugada, como todas las gringas... ¡Deja los celos mi negrita linda! Al menos estoy lejos y me ahorro un buen pellizco... Jejeje!!


De regreso de Boston, paramos unos días en New York. Manuel, César, William y se nos unió la hermanita de César. Visitamos las instalaciones de la Feria Mundial de Nueva York, con sus pabellones ultramodernos donde los animatronics eran la mayor atracción. Otro día fuimos en metro hasta Harlem, con susto incluido por andar con los catiritos (César y su hermanita), hasta esos rincones “algo” peligrosos, aunque en retrospectiva, nada comparable a caminar por Catia, La Pastora o el 23. En los 6o´s la discriminación racial estaba en su apogeo y nosotros no conocíamos mucho de eso. William como que tenía un encargo para llevar y no se nos ocurrió otra cosa, sino meternos los cinco en el subway y rodar más de 100 calles hacia el norte de Manhattan. Hasta el operador cambia después de la 70 hacia arriba! Recuerdo que llegó un momento en el subway en que todos los ocupantes eran "de color" y el operador nos preguntó que para donde íbamos... a dangerous quest!


Pudimos hasta conocer un night club en Greenwich Village, con un primo de William, con pinta de playboy, que vivía por allá. Nos pasó buscando por el hotel en su carro. Creo que era un GTO, ya William me lo dirá, pero en ese carro pudimos oír por primera vez en la vida, una estación de radio FM ¡en estéreo!

Ya de regreso a Caracas, los discos de los Beatles (el disco doble de Help), los Beach Boys  y los Rolling Stones (Satisfaction) me daban algún valor agregado entre los amigos. Renato venía a la casa y practicábamos con las guitarras hasta el cansancio (¿o no nos cansábamos nunca?). ¿Te acuerdas de Wooly Bully? ¡Watch it now! ¡Watch it! ¡There it go!


Entre los discos de 45 venía una canción que se convertiría probablemente en el éxito más grande de los Bluster´s para finales de 1965 y principios del 66: Hang on Sloopy. La teníamos que repetir en las fiestas 3 ó 4 veces. Vivimos de Hang on Sloopy hasta que pudimos vivir de Gloria (otra canción, para los mal pensados). Esas canciones nos catapultaron a la fama.


Como buen grupo que se sienta famoso, empezamos a tener pugnas internas. Renato no era muy dócil que digamos y yo menos. Él andaba con lo que yo creía eran "malas juntillas", todos con sobrenombres: Popeye, Baby Face, Chicharra, etc. (recuerdan a Mono de agua?) y ya dije antes que no le huía a una pelea entre patotas. Tuvimos aquel verano un disgusto por alguna tontería y estuvimos casi 1 año sin hablarnos, pero tocando juntos en las fiestas y practicando semanalmente. Recuerdo que a veces le decía a Carlitos – “dile a Renato que baje el volumen” – y de regreso recibía un – “Renato dice que no lo va a bajar” -.  Al verano siguiente nos reconciliamos en una fiesta (una rasquita que agarramos) y hasta viajamos juntos después de aquello. 

Nuestro 5to. año fue una rumba. Ya aceptado en Medicina en la Central, no me preocupé mucho por estudiar para exámenes, total ya las notas no eran tomadas en cuenta. Así que, ¡a gozar, que el mundo se va a acabar!

Se nos fue el 65. Año de gran intensidad en la Guerra del Vietnam, año del cierre del Concilio Vaticano II por el Papa Paulo VI, Los Beatles en su apogeo con Beatles 65, Help y Rubber Soul y los Bluster´s dando la hora con Hang on Sloopy y Gloria. Así llegó 1966.



Mi papá se compró un Chevrolet Impala ese año, mismo que me encargaría de "arreglarle la carrocería" en uno de los toques. Ese año 1966 cumpliría 18 años, lo cual esperaba con ansiedad, principalmente para sacar la licencia de manejar, pero eso sucedería después del verano. Otra historia...

Los trajines pro-graduación no impidieron seguir con los toques. Había ya para entonces una fiebre de rock insólita. El Santiago era un semillero, con Humberto Cárdenas con los Elektra, el turco Benaím con los Five Kings, Chuchú Díaz y Andrés Simón con los Riviera. Hasta Giordanno Di Marzo salió del colegio. Las verbenas en los Colegios eran casi todas las semanas. El Teresiano, el María Auxiliadora, el San Ignacio, el Don Bosco y una lista interminable que se me escapa de la memoria. 

El primer semestre de 1966 se fue en preparativos para la graduación del Santiago, vender bolígrafos, hacer rifas y en general recoger fondos para la fiesta. Todo menos estudiar... y así llegó el día..
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En la foto, el autor, sin lentes y sin bigotes, en el centro y a mi lado derecho Rafael Milano, César Tinoco y Andrés Simón, entre otros y a mi izquierda, el catire Hector Manuel, Carlos Alberto Luces y William. 

El 25 de julio de 1966 fue la esperada graduación de bachiller. El Santiago siempre hacía y sigue haciendo las graduaciones el día de Caracas. No recuerdo mucho el acto, ni la fiesta. Lo único, un discurso larguísimo del profesor Servando haciendo la semblanza de Vicente Marcano (epónimo). Debo acotar que para la época y a pesar de estar en democracia, el "padrino" no lo escogían los graduandos, sino que era decidido unilateral e irrevocablemente por el Dr Rafael Vegas. Sin derecho a pataleo...
Mi papá y mi mamá hicieron un brindis en la casa, para festejar la alegría. Asistieron Mamatita y Papatito, además de unos cuantos tíos.



Verano de 1966

Nuevamente me veía montado en un avión, esta vez de Avensa, rumbo a Miami. No sé como surgió la idea, pero aquel verano fue también inolvidable - ¿o todos lo son en la adolescencia?
Este fue mi viaje de graduación de bachiller. Lo raro era que no fue un viaje con mis compañeros del Santiago, sino con Renato y la Nonna. Mariíta, quien ya había crecido y se convirtió en una bellísima muchacha, iba en el mismo vuelo. Victor, que para aquel verano era novio de la cubanita, fue con Carlitos a despedirnos -¿o a despedirla a ella?  Lo cierto es que para el final de ese verano, cuando Mariíta regresó a Caracas, ya era una mujer, con novio nuevo y le devolvió su oso de peluche a Víctor, con anillo incluido, enganchado en la nariz… que mal gusto!.


Victor QEPD, a mi derecha y Carlos a mi izquierda. El señor era un tío de Mariíta.

Llegamos al Hotel Di Lido en Miami Beach. Estaba de moda la serie de TV “Surfside Six” que se escenificaba en una pequeña casa bote, al frente del Hotel Fountainblue. Era una visita obligada y probablemente la casa más fotografiada de la Florida. 



Recuerdo que todo era comer hamburguesas y pizzas. Un día en un sitio donde comíamos, pedimos pizzas con salchichón y mientras hacíamos la cola para pagar, Renato se iba comiendo los salchichones hasta acabarlos todos. Yo preferí dejarlos para comerlos junto con la pizza. Al llegar a la caja, le cobraron a Renato una pizza simple (margarita) y a mí una con pepperoni!. 

Una noche nos metimos en el 007 del Hotel Shelbourne, donde bailaban las Go Go Girls sobre las mesas. La edad de admisión era mínimo 18, pero Renato y yo inventamos un método muy novedoso, probablemente nunca visto por los vigilantes gringos de la entrada del night club.  Pegamos con “teipe” transparente un papelito con el número 47 sobre el año de nacimiento (yo cumpliría los 18 el mes siguiente, pero no se aceptaban aproximaciones). Nos confiamos en que la oscuridad de la noche nos protegería… y funcionó (nunca sabremos si los porteros, al ver aquel hábil truco se apiadaron de nosotros). Lo cierto es que la pasamos buenísimo y eso que no nos tomamos ni una cerveza... Te debo la foto de las GoGo Girls Renato!!

Al día siguiente nos quedamos dormidos y nos deben haber llamado a la habitación unas 300 veces. Había un paseo al Parrot Jungle y como estábamos viajando en un tour, el bus estaba lleno de viejos, con caras de cañón, esperando por nosotros. Como sucede en estos casos, siempre se les deja a los irresponsables los últimos puestos del autobús, para que todas las personas puedan verte la cara, mientras recorres el pasillo hasta el fondo. ¡Quería morirme!


Renato se compró en Miami una guitarra Fender Mustang roja y cuando llegamos a Caracas había que ver la cara de los Blusters. De allí en adelante la banda sería otra. Con Carlos y su Hofner, Renato con la Mustang y yo con mi Precision Fender, la banda "sonaba". Ya teníamos el Pro Reverb y solo faltaba amplificador para las voces. La Nonna entonces nos financió el amplificador para las voces. Compramos un Teisko blanco y ¡voilá!



Por cierto, no lo dije antes, pero el Walde se convirtió en el cantante líder y lo hacía muy bien, aunque con un pequeño problemita: no sabía inglés y todas las canciones eran en ese idioma. De todos modos el estruendo era tan grande que la gente no se daba cuenta de las letras de las canciones (tampoco el público entendía mucho inglés en esa época. Me recuerda el Walde que en una fiesta oyó el comentario de que un grupo que tocaba Satisfaction, "pero al cantante no se le entiendía nada"... Jajaja!. De cualquier modo, el valor agregado del Walde, era que se había convertido en un tremendo negociante (un turco pues) y de alli en adelante se encargó de negociar los contratos y cobrar, lo cual era lo más difícil para nosotros. ¡Hasta el negociar préstamos para adquisición de equipos!. ¡Gracias vieja!. 


¿Qué pasó con Renato? No recuerdo porqué salió de los Bluster´s, ni cuando, pero ya para comienzos de 1967 tendríamos otro guitarrista con cambio de look (pelo largo) y también de sonido. Hoy Renato es un ilustre cardiólogo, ejerciendo en West Palm Beach, desde hace más de 25 años. ¡Que alegría haberlo visto nuevamente después de tanto tiempo!. ¡Dios te guarde amigo!

-Próxima entrega: Paradoja existencial.

3 comentarios:

Un venezolano más, harto de la miseria en que nos hundieron... dijo...

Hugooo, What a picture men! ¿De donde diantres la sacaste? Hasta esta en colores... sesentosos, pero color al fin.

Un abrazo

Maria Cristina dijo...

Como he disfrutado eres un cronista maravilloso, me hiciste recordar mi graduación en el Santiago y mi viaje de graduación a Miami llegando por supuesto al Hotel Di Lido

biglosada@gmail.com dijo...

Me alegra que les haya gustado. Esperen esta semana las vivencias de los primeros días en medicina (1966)